dimecres, 19 de novembre del 2008

Cumbre del G-20: ellos son los líderes, nosotros el pueblo

Reunión de pastores, oveja muerta,. Un clásico. No hubo segundo Bretton Woods ni habrá otro New Deal. Los veinte de Washington, fueron, comieron y se hicieron la foto del besamanos mientras el presidente saliente, el gañán Bush, con el visto bueno del entrante Obama, la gran esperanza blanca, daba la consigna urbi et orbi: ¡¡seguimos donde solíamos!! Nada de refundación del capitalismo como vendía el charlatán Sarkozy. El G-20, ristra de países instalados y emergentes, ha hecho un brindis al sol: el neoliberalismo sigue, impasible el ademán. Los mismos que causaron el problema dicen ahora retóricamente que van a encarar la solución. Con las mismas recetas, amén de algún ungüento placebo sacado de la chistera. Habrá más Fondo Monetario Internacional (FMI), más Banco Mundial (BM), relanzarán la Organización Mundial del Comercio (OMC), y aquí paz y después gloria. Cumplida ya la operación Robin Hood al revés, mediante la cual los gobiernos representativos han desplumado a los pobres representados (ahora dos veces empobrecidos) para dárselo a los ladrones ricos (ahora dos veces ladrones y ricos), el cónclave de los poderosos del mundo acaba de consagrar la buena nueva de que el mercado libre goza de buena salud. No les tembló la mano para salir al rescate de los bribones VIP que han puesto la economía mundial contra las cuerdas y van a provocar el mayor paro de la historia reciente. Sangre, sudor y lágrimas. En nuestro nombre. Nuestros representantes. Esos estadistas que desregularon el Estado a su favor van a ser ahora quienes rectifiquen retomando el control antes denostado y la regulación legal. El Estado son ellos, siempre ellos, privatizando beneficios y socializando pérdidas, un Estado mínimo y frágil para lo social y máximo y contundente para lo policial. Y no se han recatado de blasonarlo en la Declaración de Washington. "Nosotros, los líderes…", decían en el encabezamiento del manifiesto que refunda el neoliberalismo del siglo XXI. ¡Capitalistas del mundo, uníos!


La cumbre del G-20 ha sido en realidad la flotación de un Arca de Noé en donde se han parapetado los líderes mundiales ante el diluvio que puede venir. La declaración habla de cerrar las puertas al proteccionismo estatal cuando acaban de dilapidar billones de euros en todo el mundo para sanear al cleptómano sistema financiero, insiste en el irresponsable crecimiento económico sin apuntar a sus externalidades destructivas sobre el medio ambiente y postula sin demasiada convicción la necesidad de acudir a un cierto keynesianismo mediante inversiones públicas, sin que ello garantice que no echen mano otra vez del tipo de keynesiasmo militar implementado tras el 11-S que llevó a la barbarie de Irak. Por no hablar de la cínica puesta en escena del presidente Zapatero, quien antes del encuentro dijo que hablaría de la lucha contra el hambre, el cambio climático y los objetivos del Milenio para luego olvidarse de esas referencias en la posterior rueda de prensa y ni siquiera tener la sensibilidad y la decencia de citar el angustioso problema del paro y las negras perspectivas del Tercer Mundo, ahora definitivamente postergado al haberse transferido buena parte de los recursos de los contribuyentes a los bolsillos de los que han provocado la crisis. Por el contrario, cuando el presidente Zapatero vendía su averiada mercancía (recordemos su defensa "progresista" de la canallesca Directiva del Retorno), la CEOE, UGT y CCOO ya estaban planificando la nueva agenda del Pacto de Toledo para abaratar "los costes laborales". Verde y con asas.


Pero se olvidan todos, los del capitalismo de Estado de hogaño y los del socialismo de Estado de antaño, que, como clamaban los antisistema que derribaron el muro de Berlín pronto hará 20 años, ¡nosotros somos el pueblo! Y que como decía el marqués de Sade, nosotros todo lo podemos sin ellos; ellos solos nada pueden sin nosotros.